SARA & LANATA: LA INCREÍBLE COINCIDENCIA DE SER ADOPTADOS
Ni bien la conoció y cuando todavía no tenían una relación formal, Jorge Lanata alentó a Sara Stewart Brown a que encontrara su origen biológico y se cargó al hombro parte de la búsqueda. Le pidió ayuda a Estela de Carlotto para saber si su reciente novia podría ser hija de desaparecidos y luego se contactó con el entonces Consejo Nacional del Menor. La ayuda del periodista fue clave para que Sara pudiera dar con el paradero de su madre. “Ella tenía que conocer a los padres, aunque sea para putearlos. Si a mí me hubieran dejado yo hubiera querido saber quiénes eran, si me parezco, por qué me dejaron”, fue la explicación de Lanata, en ese entonces en pareja con Sara, sobre por qué se había tomando tan en serio el trabajo de ubicar a aquella familia.
Corría el final de los ‘90 y, por aquel entonces, jamás se hubiera imaginado que veinte años después se iba a enterar que él también era adoptado. Tampoco podía prever que iba a ser esa misma mujer, Sara Stewart Brown -la madre de su hija menor, Lola- la que lo iba a acompañar en todo el proceso. Según reveló en el prólogo de su nuevo libro, “56” (Ed. Sudamericana), una prima suya de Mendoza sabía la verdad y, antes de contársela a él, se la contó a ella.
Es que la historia de Lanata y “Kiwi” (como la apodó el periodista) está signada por extrañas casualidades y una simbiosis que continuó, incluso después de haberse separado a finales del 2015.
Unidos. Lanata y Sara se llevan 14 años. Después de varios meses de idas y vueltas, oficializaron su relación en 1998 y, a pesar de haber pasado casi dos décadas juntos, nunca se tutearon. Por muchos años, y ante la mirada de los demás, ella fue descripta como una admiradora ciega del periodista. Pero, con el correr de los años, la bautizaron como su “salvadora”.
Sara fue una pieza fundamental para que Lanata pudiera dejar su adicción a las drogas. Sin embargo, fiel a su estilo, siempre afirmó que no se sentía cómoda con el mote de “ángel salvador”: “No me reconozco en ese lugar. En todo caso, él se salvó solo y yo lo acompañé”, declaró en una entrevista a NOTICIAS.
El vínculo entre Lanata y Stewart Brown se convirtió en noticia cuando, en marzo del 2016, se sometieron al primer trasplante cruzado en América Latina. La madre sana de un joven enfermo aceptó donar uno de sus riñones al periodista, en tanto que la esposa de Lanata dio su consentimiento para que le extrajeran uno de sus riñones y se lo trasplantaran al hijo de la mujer.
De inmediato, se comenzó a hablar del fuertísimo vínculo que los unía, pero Sara siempre intentó bajarle el tono a a su decisión: “Algunos titularon ‘Lanata & Sara. Un pacto de sangre’, demasiado. Mucha gente dona órganos y no hay tanto alboroto”, declaró ella.
Sin embargo, y a pesar del tono natural con el que siempre quisieron tratar el tema, el trasplante fue movilizador, no sólo para ellos sino también para todo su entorno. De hecho, Lanata especula en su libro con que puede haber sido ese episodio el disparador para que su prima le contara la verdad sobre su origen: “Quizá el sobrevuelo de la muerte había llevado a Liliana a romper el secreto”, afirma en su prólogo.
La noticia. Durante los últimos meses, Lanata bajó el perfil. En tiempos de Cambiemos, el protagonismo del periodista estrella del antikirchnerismo se fue apagando. Intentó cambiar de aire con un programa de preguntas y respuestas en El Trece que no prosperó y tuvo idas y vueltas con su participación en la mañana de Radio Mitre.
Después de años de dedicarse de lleno a la investigación y a las denuncias por corrupción, el periodista aprovechó el último tiempo para terminar su nuevo libro “56. Cuarenta años de periodismo y algo de vida personal”.
La decisión de escribir, al mismo tiempo, sobre su carrera profesional y su intimidad, lo llevaron a revelar, en la primera línea del prólogo, que no es hijo biológico de quienes creía. “Soy adoptado. Lo sé desde hace pocos meses. Tenía cincuenta y cinco años cuando me enteré. Toda mi vida pensé que mi vínculo —¿mi necesidad?— con el periodismo tenía que ver con una enfermedad de mi madre, víctima de un tumor cerebral que lesionó su centro del habla: ella no podía hablar. Mamá no podía responder, yo preguntaba. Ahora sé que ella no era ella, o sí lo era pero de otro modo, y que mis preguntas intuían un secreto que busqué sin proponérmelo, casi toda mi vida”, reflexiona.
Y su ex mujer Sara, como no podía ser de otra manera, aparece casi de inmediato en su relato. En pocos párrafos, resume cómo le llegó aquella noticia que lo atravesó en lo personal y que le generó preguntas sobre la profesión: “Liliana llamó a Sara y se encontraron en un bar (…) Al día siguiente nos vimos los tres en casa, y Liliana repitió la historia: ella era chica y había escuchado, de casualidad, a su padre Emilio hablando con un tercero. Hablaban de mi adopción. No sabía más, y lo había callado durante toda su vida. La única que podía saber, la única Lanata que quedaba viva en verdad, era mi tía Negra”, relata. “La Negra se resistió a dar los pocos detalles que dio: mamá había tenido un parto fallido de mellizos y, por amigos de Mar del Plata, tomaron contacto con una partera: mi madre era una chica rica del interior de la provincia, madre soltera. La Negra no recordaba el apellido, cree que mi fecha de nacimiento era la verdadera, mamá venía fingiendo un embarazo y pasó una temporada en Mar del Plata hasta que volvió conmigo”.
Lanata, que tanto empeño puso en encontrar la verdad sobre el origen de Sara, vio entonces cómo su ex pareja fue quien le daba la noticia que lo transformaría por completo. Sin que ninguno de los dos se lo hubiera imaginado, otra extraña coincidencia, ahora sobre el origen y la identidad, los vuelve a unir
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